¿Qué es Tiempo?
¿Sólo el tic-tac de unas agujas?
¿El suave y silencioso caminar de los números de un reloj digital?
¿El delicado e inaudible murmuro de los granos de arena que golpean contra el cristal?
Tiempo…
Tiempo es mucho más que eso.
Tiempo puede ser una necesidad.
Tiempo es una virtud, tal vez, de la naturaleza.
Lo cierto es que Tiempo es el correr de las acciones.
Tiempo podría ser la voracidad con que nos atacan la vejez y el cansancio.
Según la física, Tiempo es una fuerza.
Pero Tiempo es aún mucho más que eso.
Tiempo puede ser la desesperación de los hombres.
Porque después de todo, ¿no es el tiempo lo que nos preocupa siempre?
Sí, es eso, el tiempo…
Siempre molestos por lo corto que son los días y que no nos alcanza para realizar nuestras actividades.
Pero, ¿no será que nosotros tenemos más actividades que antes?
¿O que las hacemos más lentamente?
Tal vez nos estemos volviendo inútiles.
Completamente inútiles.
Pronto no seremos más que plantas,
o menos aún, no seremos más que rocas,
o simplemente nos limitaremos a ser.
Ser lo que sea, sólo ser.
Pero Tiempo no es algo malo, como todo lo que dije antes.
Lo cierto es que Tiempo es una ciudad,
una ciudad en lo más profundo de mi ser, en las vastas tierras de mi psiquis.
Una ciudad con una gran plaza en su interior.
Una ciudad de clima Alpino.
Una blanca ciudad, acariciada por las manos del invierno.
Tiempo es esa ciudad donde puedo sentarme al lado de un hogar, oyendo las historias que me cuenta el crepitar de las llamas.
Tiempo es donde puedo tomar un café caliente y escuchar las canciones que me canta el viento con su voz de barítono.
Tiempo es donde nunca crecer.
Tiempo es esa ciudad donde todo vive.
Todo puede ser allí;
Tiempo es como una fuente de la juventud.
Tiempo, esa ciudad con un gran cofre, un cofre dorado donde guardo, donde guardamos lo que nos identifica como niños,
como niños que somos o como niños que éramos, no interesa;
como niños, al fin.
En ese cofre yo elijo guardar los cuentos que me contaban cuando era menor, y los que imagino ahora que soy más grande.
Es donde guardo los textos que escribo o las canciones que canto, la música que compongo, los amigos de que me hago.
Deposito allí, también, todos los recuerdos buenos de mi infancia, y los malos también, pues son ellos también parte del niño que solía ser, y del niño que no me avergüenzo a mostrar aún hoy.
Ese niño que nunca dejó de existir, esa llama que arde con brillante intensidad cuando oigo un cuento de hadas acostado en mi cama, o veo los dibujitos animados en mi televisión, o juego con muñecos en mi jardín.
De hecho, aunque no parezca, Tiempo es ese lugar de mí donde no llega el dedo acusador de la vejez que todo arrasa.
Aunque suene repetitivo, Tiempo es ese lugar donde no llega el tiempo.
Tiempo es como Nunca Jamás para Peter Pan.
Sólo que este Nunca Jamás es mío, sólo mío.
Tiempo es Mi Nunca Jamás…
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